viernes, 6 de enero de 2012

Cosas de la vida...


Hola
Estos últimos días os he tenido un poco abandonados, pido perdón, tanta fiesta me tiene despistada.
Últimamente, tal y como están las cosas de mal he pensado en más de una ocasión en emigrar, cuando digo emigrar es largarme bien lejos de un país en el que ya apenas se valora nada.  Da igual los años que tengas de experiencia en un trabajo, los estudios universitarios , sus correspondientes doscientos masteres, su doctorado, los cuatro o cinco idiomas que tienes que saber a la perfección para cobrar mil euros, eso si eres de los afortunados porque el sueldo mínimo de este país no llega a setecientos euros.
He vivido de cerca la experiencia de un hombre que un buen día  decidió sacrificar muchísimas cosas de su vida personal para poder hacer un master, a distancia, pues su trabajo no le permitía la asistencia a clase. Su decisión estaba basada en que hay que reciclarse y aprender continuamente, aunque nadie te vaya a dar la oportunidad de demostrar cuánto sabes.
Muchas noches le he observado frente al ordenador pensando si tanto sacrificio merecía la pena. Siempre he pensado que no, hasta el otro día…
Asistí por fin a la graduación y entrega de títulos, un acto aburrido y muy señorial donde todo era gris. En el momento que dijeron su nombre para que subiese al estrado a recoger su título una voz al fondo sorprendió a todo el que estaba allí.
–Ese es mi padre– gritaba un niño aplaudiendo con todas sus fuerzas.
Fue ahí cuando me di cuenta que todo sacrificio merece la pena.
Feliz año y mil besos

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