Érase
una vez , un viajero que llevaba mucho tiempo viajando alrededor del mundo
escuchando y viviendo distintas historias que la vida le iba regalando. Un buen
día llego a una pequeña aldea ( vamos a suponer que era gallega ) y como todas
las aldeas lo más importante son la iglesia y el cementerio, por ese motivo
nada más poner los pies en ese lugar decidió tomar un poco de agua de una
fuente para coger fuerzas y visitar el cementerio.
Paseando
por el medio de las tumbas se dio
cuenta de que algo raro pasaba en ese pueblo, pues la fecha que en estas
ponía era demasiado joven. Un ejemplo era 6 años, 5 meses y 7
días. Él pensó que quizá los habitantes fallecidos en ese pueblo habían sido
atacados por alguna especie de virus o enfermedad de esas raras y que por eso los niños del pueblo habían
muerto.
Con
esto en la cabeza se dirigió a una casa cercana a pedir hospedaje, allí le
recibieron dos ancianos donde el
paso del tiempo era delatado por las bellas arrugas que marcaban su rostro.
Cenaron y antes de irse a dormir el viajero le preguntó por ese fenómeno tan
extraño que había visto en el cementerio.
Los
dos ancianos soltaron una gran carcajada que casi ofendió al viajero. Estos le
explicaron que en ese pueblo habían decidido cuando la gente fallecía escribir
sobre la tumba únicamente el
tiempo que esa persona había sido realmente feliz mientras había vivido, por
eso era por lo que casi todas las tumbas tenían una fecha tan joven.
El
viajero se fue a la cama pensando en lo que estos dos ancianos le habían
contado y decidió superar todas aquellas fechas que había visto proponiéndose
vivir feliz, pues se había dado cuenta de que él había vivido mucho pero que
apenas recordaba los momentos felices…
No hay comentarios:
Publicar un comentario