Tomábamos un café en esa cafetería
que en alguna ocasión ya habíamos visitado, sentadas con un té
sobre la mesa intentando calentar las manos. El día era frío, muy
frío, quizás demasiado para el recuerdo que tenía cuando vivía en
la ciudad. Madre, hija y amiga, amiga de las dos porque de los
adolescentes también se puede ser amigos. La conversación cada vez
era más amena, cada una aportaba un punto de vista diferente al tema
planteado y unas aprendíamos de las otras. Patricia siempre tenía
frases magistrales con las que ilustrar mis oídos, no era posible
que con trece años tuviese una visión de la vida tan limpia, tan
clara, tan realista... De vez en cuando miraba a su madre y pensaba,
que orgullosa se debe de sentir al escucharla... De repente se oye un
¡Oh no! Y desaparece debajo de la mesa..
Lo que ocurrió no lo puedo contar,
sólo puedo decir
que fui cómplice de esa bendita adolescencia de
la que no hace mucho que yo salí, fue como volver a los trece aunque
debo confesar que a mi me duró mucho más que a la mayoría y no era
tan lista como Patricia.
Fue una bonita tarde...
Ya en casa, (últimamente llamo casa a
la casa de mis amigos) pues tengo la suerte de poder compartir
espacio, momentos, tiempo con ellos, esto me llena de alegría pues
en los últimos años la vida me tenía atada a otras cosas, ( bueno,
la vida o mi cabeza seguramente) no sé si más o menos importantes,
pero eran otras cosas.
Como decía, ya en casa ,me esperaba la
otra familia, Nico, Julia y Mj. Las charlas en el salón con mis dos
hermanitos y mamá postiza por unos días me llenaban los vacíos
del pasado. Contemplar a Julia (16 años) y Nico (13 años) era como
una regresión a mi infancia. Ambos se adoran pero se pelean como
gatos, eso mismo me pasaba a mí con mi hermano mayor...
Con ellos se puede hablar de las cosas,
se puede enseñar, se puede aprender, se puede volver a ser niño y
no pasa nada si te quieres quedar ahí un rato. Julia me enseñó que
se puede ser adolescente y tener cabeza, Nico me transportó a la
inocencia y dulzura que aún queda a los trece, y yo con mis treinta
y tres no dejo de sorprenderme y ver la suerte que tengo de poder
disfrutar de vez en cuando del placer de verlos crecer...
Mil besos...