El café, nuestro café, como
casi todas las tardes cuando mi nombre queda registrado en la puerta.
Hablamos y comentamos el día, las jugadas de la corrupción, del
cambio climático, de aparatos de dientes, de las numerosas zapatillas que nos compraríamos
y que nunca coincidimos en gustos, de lo duro que nos resulta el
inglés y que aún así, ahí estamos, sin tirar la toalla, porque
algún día lo hablaremos como el Castellano, bueno en mi caso como
el Galego....
Esta vez me sorprendiste, y sacaste de tu
bolsillo algo que me regalaste, dijiste que te habías acordado de mi
cuando le comprabas uno a tu madre, también dijiste que querías
verme un poco menos triste. Es posible que este último mes la luz
haya entrado menos por el iris de mis ojos, es cierto, pero el sol
iluminará de nuevo el objetivo, te lo prometo.
Ayer tú me alegraste el día, y
mucho...
Hoy hablábamos de lo que escribes, de
lo que escribo, de lo que ambas escribimos,y dijiste que te apetecía
escribir pero no sabías muy bien de que, varios temas nada
recomendables para la salud mental de los humanos ambas sabemos que pasaron por la cabeza pero no dijimos
nada, callamos...
También me dijiste que hacía tiempo
que yo no escribía y mira tú por donde hoy escribo sobre ti...
Son los pequeños detalles los que
hacen grandes a las personas…